El panorama digital ha evolucionado hasta el punto de que determinadas plataformas y servicios en línea se han convertido en sinónimo de la palabra “Internet”, por lo que el reciente debate en India sobre la prohibición selectiva de aplicaciones como respuesta “indulgente” a los problemas de seguridad y protección, en lugar de un cierre total de Internet, pasa por alto varios aspectos técnicos y sociales fundamentales.
Para algunos, las aplicaciones son Internet
En algunas regiones y para determinados grupos demográficos, Facebook es el principal medio de acceso a Internet. La gente la utiliza no sólo para las redes sociales, sino también para obtener noticias, vender bienes y servicios y participar en la comunidad. Para estas personas, Facebook es Internet. Lo mismo puede decirse de otras plataformas, como X (antes Twitter), TikTok, Instagram, WhatsApp, Telegram y Signal.
Si bien es cierto que algunas de estas aplicaciones se han utilizado indebidamente para difundir propaganda y discursos de odio, la mayoría de los usuarios las utilizan simplemente para comunicarse, conectarse, hacer negocios y ejercer su derecho a la intimidad y a la libertad de expresión. Por lo tanto, restringir el acceso a ellos afectaría gravemente a su vida cotidiana.
No se trata sólo de perder el acceso a una determinada aplicación o sitio web. Se trata de cortar los lazos digitales que unen a personas, comunidades y empresas en el mundo interconectado de hoy.
Las restricciones se interponen en el camino del e-Gov
Además, en nuestra era digital moderna, en la que los gobiernos están digitalizando activamente diversos servicios públicos y aprovechando múltiples plataformas de medios sociales para comunicarse con sus ciudadanos, restringir el acceso a estas plataformas plantea cuestiones críticas sobre el papel del gobierno en la creación y promoción del panorama digital. La ironía es imposible de ignorar.
Equilibrar la necesidad de combatir el uso indebido al tiempo que se protegen estos beneficios sigue siendo un reto complejo para los operadores de plataformas, los responsables políticos, los proveedores de telecomunicaciones y la sociedad civil.
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Las aplicaciones e Internet están interconectados
Aparte de los motivos morales, éticos y sociales, técnicamente existen muchas dificultades para garantizar que la prohibición selectiva afecte únicamente a los servicios, aplicaciones o sitios web previstos, permitiendo al mismo tiempo que otros servicios en línea funcionen con normalidad.
Por ejemplo, muchos sitios web ofrecen la opción de iniciar sesión con las credenciales de Facebook (lo que se conoce como inicio de sesión único o SSO). En tales casos, los usuarios que dependen de sus cuentas de Facebook para acceder a diversos servicios pueden encontrarse con que no pueden utilizar otros servicios si Facebook está bloqueado.
Este es un ejemplo paradigmático de cómo el bloqueo selectivo puede provocar daños colaterales y pone de relieve la necesidad de tener consideraciones prácticas antes de diseñar una prohibición selectiva de servicios. También pone de relieve la naturaleza interconectada de Internet y cómo las acciones emprendidas contra una plataforma pueden repercutir en diversos aspectos de la vida en línea.
La facultad de limitar el acceso a las plataformas digitales no debe imponerse, sino evaluarse de forma transparente, consultiva y no agresiva, con gran interés por comprender las consecuencias para las personas y la sociedad.
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